lunes, 30 de agosto de 2010

Mexicana

Javier Lozano

Periódico El Universal.

Lunes 30 de Agosto de 2010.


Mexicana no está en quiebra. Su situación es de enorme fragilidad y ha contagiado a sus filiales Click y Link. Antes, éstas habían abrevado del buen nombre de aquélla y resultaron beneficiadas de medidas administrativas y corporativas que, en teoría, habrían de terminar en un atractivo esquema de negocios. No fue así. La historia reciente del Nuevo Grupo Aeronáutico (NGA) que aglutina a las tres aerolíneas, ha sido un desastre.

Privatizada apenas a finales del 2005, en su último capítulo, Mexicana atravesó por problemas serios en su devenir. En sus primeros meses logró acuerdos con pilotos y personal de tierra, para aligerar el peso de las relaciones laborales, pero no ocurrió así con los sobrecargos. La administración de la empresa entabló un conflicto colectivo de naturaleza económica que terminó en un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que ordenó modificar a la baja el contrato colectivo de trabajo de los sobrecargos. Estos, por conducto de su sindicato, recurrieron al amparo y protección de la justicia federal. El tema es ventilado en estos días en el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es decir, tres años después y con el paciente en terapia intensiva.

Nuevas líneas aéreas de bajo costo, altos precios de la turbosina y la llegada inesperada de una pandemia por la aparición del nuevo virus (A/H1-N1) produjeron pérdidas no previstas para los accionistas y emprendedores de Mexicana. A ello se sumó una competencia feroz con la otra troncal, Aeroméxico, todo lo cual provocó decisiones precipitadas en cuanto a rutas, tarifas y contratación de nuevos arrendamientos de aeronaves. Su estado de salud empeoró rápidamente.

Las consecuencias de todo lo anterior están a la vista. El grupo empresarial que compró Mexicana en el 2005 vendió ahora por un precio ridículo las acciones de NGA. Perdieron su inversión y su expectativa de negocios. Su administración quedó fuera y, quizá, le esperen tiempos difíciles por cuanto hace a su gestión y responsabilidad de negocios y a sus decisiones corporativas.

Y llegaron los “rescatistas”. Advent International y un par de empresarios mexicanos pretendieron aprovechar la fragilidad financiera de NGA. Crearon en días recientes una nueva compañía (Tenedora K) para ser el vehículo que comprara las acciones de NGA.

Me atrevo a decir que, también, pensaron que este gobierno federal actuaría igual que sus antecesores. So pretexto de que estamos frente a un servicio público concesionado, habría recursos fiscales para rescatar, por enésima vez, a tan importante compañía. Faltaba más. Las fórmulas estaban a la vista: financiar combustible, servicios aeroportuarios y del espacio aéreo. Extensión por dos décadas de un contrato de arrendamiento en la Terminal 1 del aeropuerto capitalino. Créditos puente para salvar el escollo y un empujoncito con los acreedores bancarios más visibles para que no insistieran en conservar sus garantías frente a un concurso mercantil ya demandado. En el extremo, la esperanza de siempre de recomprar la empresa y administrarla como una paraestatal para, ulteriormente, volverla a privatizar.

Sin embargo, desde un principio se dijo, y se cumplió, que el gobierno federal no entraría a rescatar con recursos de los contribuyentes a NGA y que tampoco habría requisa, es decir, la intervención directa del Estado para seguir operando y administrando las aerolíneas.

La premura, la fragilidad financiera del grupo y la importancia que representa el nombre de Mexicana de Aviación junto con los compromisos asumidos con pasajeros y clientes, así como con los acreedores del grupo, hicieron suponer también a los compradores de NGA que los sindicatos de tripulantes de las aerolíneas cederían a ciegas las prerrogativas que sus contratos colectivos les otorgan y con ello renunciarían a sus derechos adquiridos.

Todo lo anterior fue un muy mal cálculo. Y, de ahí, la decisión de Tenedora K de suspender las operaciones de las tres aerolíneas en su totalidad. Invirtieron lo estrictamente necesario para continuar con una menguada operación mientras negociaban con sus interlocutores. Conscientes, finalmente, de que tan agresivo lance no llegaría a ningún lado, prefirieron cerrar la llave del flujo de recursos y congelar las operaciones de Mexicana, Click y Link.

¿Qué sigue? Estamos frente a un concurso mercantil que se ha solicitado pero no se ha sentenciado. Es de esperar que, cuando así suceda, la SCT nombre conciliador y, en su caso, administrador del comerciante. Con ello, la información fluirá para todos. Se podrá saber el estado real del NGA; las decisiones recientes y su verdadera intención; se podrá negociar con los sindicatos nuevas condiciones de trabajo para cada gremio; se diseñará así un plan realista de negocios y, entonces, se podrá inyectar capital fresco a las aerolíneas.

Así las cosas, el concurso mercantil es el proceso idóneo para sanear al grupo y evitar la quiebra. La suspensión total y temporal de operaciones de Mexicana, Click y Link abre un espacio para la revisión cuidadosa de la información y la negociación entre las partes involucradas.

Con todo, la consolidación de aerolíneas en nuestro mercado es algo inminente. No debe sorprender a nadie. Así ha ocurrido en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, no se puede ni debe aspirar a que esa integración se dé a partir del desastre que implica la quiebra provocada por la acción u omisión irresponsable de muchos y con el consecuente beneficio de pocos.

Mexicana tiene 89 años de vida. Cuenta con activos intangibles extraordinariamente valiosos. Sus deudas son pesadísimas pero su futuro es promisorio. Podemos y debemos intentar un esquema novedoso de negocio donde todos participen de manera responsable. Empresarios, sindicatos, trabajadores, acreedores y gobierno debemos vigilar por la preservación del empleo y de los derechos y beneficios de los consumidores.

La lección más importante, empero, que nos ha dejado esta historia es que esa manera tradicional en la que algunos suelen hacer negocios en México, basada en la irresponsabilidad empresarial, el paternalismo oficial y en la sumisión colectiva del trabajo ha quedado rebasada. Más aun, los servicios públicos concesionados ameritan un tratamiento especial que la ley reconoce. Basta ya de tirar arpas para que otros las recojan y pretendan embrujar con ellas a gobiernos, trabajadores, acreedores y consumidores.

Secretario del Trabajo

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